top of page
Buscar
Foto del escritorDina Rac Escritora

¿QUIÉN TIENE LA CULPA?


Con mis papás el día de mi primera comunión


Marzo de 2014. En el proceso de encajar la muerte de mi mamá, ¿estaba yo preparada para escribir el dichoso libro sobre ella? No. Pero podía ponerme manos a la obra. Lo primero sería aclarar mi mente, pues tenía un batiburrillo de ideas, miedos, planes, culpas y tristezas no procesadas, para lo cual, acudí a una amiga psicóloga. Estuvimos hurgando en mi pasado, en la relación con mi madre y mi padre; en mis temores y en la dificultad de sentarme a escuchar la voz de Raquel en las grabaciones que había hecho. Todavía me resultaba extraño y doloroso las veces que lo intenté. Era como si estuviera al otro lado del teléfono, hablándome con su voz aniñada y dulce. Y yo sin poder replicarle. Digamos que la experiencia me ayudó a aclarar algunas zonas oscuras. Pero seguía sin estar preparada para encarar ese gran proyecto de escribir acerca de ella. 


Iba a escribir una novela, ¡qué responsabilidad! Sonaba tan rimbombante que me costaba creérmelo. Hacía pocos meses que había decidido escribir «en serio». Empecé con relatos y con una columna en un periódico mensual. Todavía me sentía y me siento una aprendiz. Justo con el propósito de ampliar mis conocimientos técnicos y ponerme a prueba con mis escritos, empecé a acudir a talleres generales de escritura creativa, en los que redacté los primeros relatos en torno al libro de Raquel. Asistí también a un curso especializado: «Escribir sobre los orígenes: el padre y la madre». A raíz de este taller, comencé un periplo de lecturas de varios autores que escribieron sobre su padre o su madre.


Me encontré con obras fascinantes y con alguna un poco sosa. Me sumergí en las vidas de otros papás y otras mamás que tenían algo de los míos, espiaba en sus laberintos a través de los ojos de sus hijos-víctimas. Desfilaron ante mí frases certeras que encajaban conmigo, otras que no tenían nada que ver, como la ñoñería de Albert Cohen en «El libro de mi madre» de un puerilismo deprimente para mi gusto, con todo el respeto que se merece él y sus lectores: «Sus manitas regordetas y de piel tan fina, sus manitas que yo le encomiaba con un punto de hipocresía y mucho amor…» Me embebí en otras obras tan contundentes y rompedoras como la de Delphine de de Vigan y la historia de su madre desquiciada en “Nada se opone a la noche” o en “Canción de tumba” sobre la madre prostituta de Julián Herbert y la “Invención de la soledad”, sobre la misteriosa existencia del padre de Paul Auster. Leí sobre las madres y los padres de Simone de Beauvoir, Franz Kafka, Philipe Roth y Fernando Vallejo, cada uno contó su historia en su estilo particular. De este último, colombiano, me sorprendió “El desbarrancadero”. Es el escritor loco más lucido que he leído. También me sedujo el estilo desenfadado y humorístico del músico Mark Everett (Eels) en su autobiografía: “Cosas que los nietos deberían saber”.


Estas lecturas me dieron la certeza de la marca indeleble que nos dejan nuestros progenitores, de que somos sus productos y llevamos su herencia, no solo en la sangre y sus rasgos, sobre todo, en la manera de relacionarnos con el mundo.


¿Somos los hijos-hijas víctimas de nuestros padres? Me quedo con una frase de la poeta, escritora y activista estadounidense Maya Angelou: “Crecer es dejar de culpar a los padres”. ¿Qué opinas tú? Cuéntame por aquí.




18 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments

Rated 0 out of 5 stars.
No ratings yet

Add a rating
bottom of page