Estoy escribiendo el texto que leeré a mi mamá en un video, para que se lo pongan en medio de la celebración de su cumpleaños. Me voy a los primeros recuerdos que tengo de ella. Escucho sus chistes inocentes y su risa explosiva. Me voy a los momentos felices en la casa familiar. Pero es inevitable repasar también la tristeza, el dolor o la frustración que sé que vivió en muchas épocas de su vida.
De algunas fui testigo y de otras no. Me entra curiosidad por conocer a Raquel, la mujer que habita mi madre.
De repente quiero ir más allá, indagar en su vida, sus sueños o tormentos, aventurarme a su pasado, conocer los cimientos sobre los que edificó su existencia y levantó a su familia. Y por ese camino diseccionar mi relación con ella, y de paso, entenderme un poco más. Algo hace «click» en mi estómago. Es la espina que se acaba de clavar y que anquilosará en mí hasta que la saque materializada en palabras. La curiosidad mató al gato. A mí me hizo escribir un libro sobre mi madre.
Este fue el texto que le escribí y que le leí por video el día de su cumpleaños:
“He aquí una prueba para verificar si tu misión en la tierra no ha concluido: si estás vivo aún no ha concluido”. Richard Bach
80 primaveras
Mamá, tengo tantos recuerdos tuyos. El primero que guardo en mi memoria es estando muy pequeña, no sé si tendría dos años pues empezaba a decir mis primeras palabras. Miraba hacia arriba, donde tú estabas, me prendía de tu falda, halándola con todas mis fuerzas, mientras te insistía entre lágrimas suplicantes: “mami caggue, caggue”, no era otra cosa que un ruego para que me dieras el refugio de tu abrazo, que me defendieras del resto del mundo. No sé por qué lloraba, solo sé que mi angustia cesaba mágicamente y el sosiego me invadía al apoyar mi cabeza en tu hombro cálido. Es un consuelo que nunca he vuelto a sentir. Ya más grande, lo que más recuerdo es tu risa vigorosa, auténtica, saliendo con potencia desde muy dentro de ti. Celebrabas nuestros chistes, los de mi papá, nuestras travesuras o las tuyas. Tu risa alborotada que llamábamos la de la “gallinita knorr” llenaba la casa de una alegría contagiosa, sucumbíamos a ella irremediablemente. Muchas veces terminábamos revolcándonos en el suelo, con lágrimas en los ojos y con dolor de estómago. Esa misma risa que hoy conservas y que nos encanta ver dibujada en tu rostro.
Mamita, hoy llegas a tus 80 primaveras, subes un peldaño más de una larga escalera que es tu prolífica existencia. Has vivido miles de historias, que han quedado y siguen quedando impresas con tinta blanca e indeleble en tu cabellera. Quien pudiera traducirlas, leer en esas páginas de tu cabeza, qué sorpresas, secretos y aventuras en los recodos de tu camino. Cada cana es una alegría, una tristeza, un sueño cumplido o sin cumplir. Has sobrevivido a una dura niñez, a una corta juventud, un marido, 13 partos, 8 hijos, 10 nietos, una biznieta, muchos yernos y nueras. Y aquí estamos gracias a ti, habitando este mundo. Somos tu prole, un pedazo de tu ser, la prolongación de la vida que surgió a través de tu fecundo vientre abultado año tras año, lleno siempre, como tu corazón, que sigue rebozando amor. El mismo que te ha dado fuerzas para ser hermana, hija, esposa, mamá, suegra, abuela, bisabuela, incondicional, siempre, sin detenerte, sin renunciar, sin descansar.
Nos dedicaste tu juventud, velaste de los niños que fuimos, inconscientes de la trascendencia de tu papel, de tu misión a nuestro lado. La más dura, difícil, admirable de todas y cumplida con creces. Cuántas canas te hemos sacado mamá, perdona nuestra imprudencia, esos momentos en que te hemos hecho beber tragos amargos, no los merecías. Ahora cuánto te entendemos, admiramos, cuán prodigiosa nos parece tu labor. Sobre todo te comprenderán mis hermanos y hermanas que son padres y madres, se han puesto en tu lugar, han entendido muchas cosas. Ellos saben de qué hablo.
Mamá, hoy estamos de enhorabuena, celebramos la fortuna de tu presencia, te tenemos entre nosotros y sabemos que serán muchos años más pues tienes una fuerza inusitada. A tus 80, recorres un camino por el que retornas a la inocencia, ese refugio al que vuelven los seres que se están purificado por que han visto y vivido el mundo tan intensamente que se ha quedado pegado a su piel en forma de surcos y ya no quieren padecerlo, solo mirarlo desde lejos con la ingenuidad propia de los niños.
Mami mucho nos has prodigado, ahora déjanos a nosotros devolverte un poquito, un ínfimo trocito de ese amor que nos has dado toda tu vida. Hoy, mañana y todos los días del resto de tu vida queremos que sigas riéndote, para ti, para nosotros, pues te necesitamos feliz, esa es tu única misión.
Estoy muy ansiosa de leer tu libro
La misma curiosidad que matoal gato, hoy me tiene pendiente de tu historia, Dina. Seguimos cerca
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Estoy muy curiosa por saber cómo continua el diario, estaré muy pendiente.